sábado, 29 de octubre de 2011

UNA HISTORIA CLUNICIENSE



Día de nuestro Señor V del IV mes del año MCXXV

Cansado es el viaje, pesado el equipaje y los días trascurridos, largo el recorrido, monótono el pasar de las horas por lo seco del paisaje.

Después de visitar la catedral del Santo en Compostela y dejar al Abad un presente traído de nuestro monasterio en el Loira, retornamos a tierras de campos.

Para la estación que estamos hace calor aunque las mañanas son frías.

Los compañeros del camino son mis hermanos del monasterio, el Padre Celdo, cillerero cuidadoso, hombre curtido por los años, Mauricio el enfermero, grande y fuerte y un joven novicio llamado Ramco venido de tierras del este.

Confieso que ahora ya muy caduco en cuerpo y alma, vencido por los años y soñador con las puertas del cielo, me devora la intención de dejar constancia escrita de lo acaecido por aquellos años en nuestro viaje a la abadía de San Zoilo en la localidad de Carrión de los condes.

Mi espíritu aun después de lustros permanece embriagado con los olores que aquella alma pura emanaba, mantengo la alegría en el recuerdo de aquel encuentro, días de juventud, divinas sensaciones. 

Me avergüenza el ansia carnal que sentí una vez, mi pecado, la lujuria desatada en mi cuerpo,<< mi condena ...Saber que no podré nunca volver a rozar sus labios>>, pero el castigo mas doloroso es el sentimiento que a la sazón mantengo en mi interior por no arrepentirme de nada de lo que aconteció en aquella abadía 

Después de Prima proseguíamos la marcha, caminábamos en fila, meditábamos en silencio, y mientras, el novicio dada su juventud variaba su paso a cada recodo, igual se adelantaba eufórico al divisar un riachuelo, que rezagado remoloneaba detrás, embelesado con el trajín de los pastores que guiaban sus rebaños acompañados de sus fieles canes.

Hacia las nueve según la costumbre procurábamos parar si es que había sombra y tomábamos el almuerzo, “tocino seco, pan ácimo y agua “, hubo días que de postre y dando gracias a Dios degustábamos suculentos frutos dispersos por el suelo de algún campo vecinal, “manzanas dulces y minúsculas o perillos de agradable paladar”

Nos saltábamos las horas del trabajo y el examen personal pues era ardua la caminata y a comer hacíamos siempre tarde, a las tres y cuarto rezábamos a nonas pero caminando, y hasta las cinco silencio, después nos saltábamos otra vez la lectura y el ensayo de canto hasta vísperas. 

La mayoría de noches cerca de las nueve o poco alimento o ayuno y pronto a dormir, si había plaza en algún caserío, en cama, y si no, sueño reparador bajo el manto estrellado que acompaña el camino.

Una tarde descansando después de agotadoras cuestas junto a un estanque natural, al dar un paseo junto al cauce que lo abastecía tropecé y fui a dar con mis huesos al fondo de una barranquilla, magullado pero sin mal agudo intenté retornar al sendero pero me fue imposible, así que decidí buscar una alternativa mejor y bordeando un bosquecillo atisbe un remanso en un meandro del riachuelo. 

  Al acercarme la vergüenza se apodero de mi ser, en medio del remanso un cuerpo desnudo y joven se lavaba sin pudor, situado de espaldas a mi, lo pude observar << la calidez de sus formas, la tersura de su piel, el color pálido de sus carnes......>>

No se el lapso de tiempo que permanecí absorto en la visión pero al recobrarme corrí acongojado sin rumbo fijo mas o menos el tiempo de dos padres nuestros hasta que me salio al paso el cillerero que preocupado por mi tardanza había salido a buscarme.

El padre Celdo preocupado mantuvo una inquisidora sesión de preguntas durante bastante tiempo durante el cual, yo haciendo caso omiso a la mayoría de preguntas me mantuve absorto en el rezo de al menos 10 avemarías y 5 o 6 padres nuestros, el día se acabó y a hora prima del cuarto día comenzamos la jornada hacia Porto Marín, el calculo de la distancia era de tres partes de un día, jornada larga con muchas variaciones de terreno altura y temperatura.
(De Palas de Rey a Porto Marín 25 KLM)

El comienzo de uno de los días fue en la población de Pallatium Regis (Palas de Rey), antes de que hubiera amanecido yo ejercía mis necesidades evacuatorias protegido por algunos matorrales cuando escuche una voz ahogada gemir al otro lado de ellos, entre los intersticios del arbusto reconocí al joven novicio que afanoso y con cadencial movimiento desfogaba su energía en un corto acto onírico, sonreí y lo deje estar, divina juventud y divina energía, al contrario que a mi que carecía a esas horas de ella.

Pasados mas de 25 días llegamos a nuestro destino, polvorientos y sumamente cansados, estábamos en la localidad de Carrión de los Condes y delante de nosotros se erguía sobrio y a la vez majestuoso el monasterio de San Zoilo, una construcción de planta Basilical compuesta de tres naves cada una con cuatro tramos, y un transepto no destacado en planta cuyo tramo de crucero estaba coronado por un cimborio.

Mirándolo con detalle lo más sobresaliente del conjunto es el claustro.

  Construido con la participación de importantes artífices que levantaron sus muros y labraron su profusa ornamentación de padres de la Iglesia, profetas, patriarcas, jueces, sacerdotes, heroínas, etc., así como personajes del Nuevo Testamento -apóstoles y evangelistas- y civiles -reyes, reinas, emperadores y emperatrices-, además de pontífices, cardenales, doctores, monjes, y santos.

Observé que tenia dos alturas, el claustro inferior
se articulaba con cinco arcos apuntados entre gruesos contrafuertes prismáticos, mientras que el superior se abría con arcos de medio punto.

El claustro se comunicaba con la iglesia a través de una portada en arco rebajado entre columnas abalaustradas. El templo, era de una sola nave, cubierta por bóvedas de cañón y cúpula sobre el crucero. Tenia corona a los pies, con sillería y órgano barroco y la portada presentaba  dos cuerpos con imágenes de santos. 

El monasterio cuenta además con otro patio más modesto.

El Abad, un hombre corpulento pero no en altura sino en anchura nos salió a recibir y acompañado de otros monjes nos dirigieron a nuestras celdas, frías vacías de todo mobiliario menos del catre y una cruz sobre una minúscula mesita, con un ventanuco desde donde se observaban unas vistas interesantes.

Puesto que la hora era avanzada, después de la cena y tras un leve paseo por algunas zonas del monasterio nos fuimos a dormir ya que el cansancio no nos daba tregua, mientras entraba en mi aposento me pareció reconocer la figura que caminaba por el pasillo, la palidez de sus carnes el andar como levitando y extrema delgadez me inquietó, algo diferente a lo normal acompañaba ese ser, cerré la puerta y me retire rápido a dormir.

La época era de hambruna por lo que de primera hora muchos vecinos se acercaban a las puertas de la abadía para demandar comida o trabajo en los huertos y algunos para intentar dejar a sus hijos “Oblatos” acompañados de la consabida dote, por supuesto tenían que estar sanos sin ninguna deficiencia ni mental ni física y eran elegidos directamente por el Abad.

Pasaron algunos días y fui conociendo mas a fondo el cenobio, visite casi todos los rincones oré en sus patios y camine meditando por sus arcadas y pórticos, en ocasiones me cruzaba con otros monjes y nos saludábamos asintiendo con la cabeza pero la figura extraña y delgada siempre se hacia la huidiza, mi curiosidad fue en aumento y decidí acorralar al monje y averiguar más sobre él.

Una tarde de sábado después de indagar la situación de la celda de la furtiva figura, escuche unos lloros , escondido detrás de unas pilastras vi salir apresurado a un monje alto y fuerte, no lo pude reconocer, más mi mente observo una ligera cojera en él, me decidí y entre sin avisar, en el suelo con las ropas levantadas hasta la cintura aunque solo mostrando las posaderas lloraba un joven Oblato, me avergüenza decir que ese trasero me recordó el del joven que observe bañándose durante el camino , me ruboricé algo pero disimulando ayudé a tumbarse al novicio .

 Durante horas estuvo llorando y mientras, yo escudriñaba su figura, seguía pensando que algo raro escondía, algún pecado oculto o algún trauma lo apesadumbraba, no dejaba de asombrarme su juventud y la tersura de su piel, su pelo aunque muy corto se veía suave y brillante y su piel….Su piel era fresca ,tersa y sumamente blanca , volví a sentirme incomodo con la visión ,en mi pecho algo se estremecía, algo pecaminoso y carnal, hacia un rato que su respiración parecía mas sosegada y ya no lloraba.

Me acerque para arroparlo y sentí su dulce aliento en mi cara, no me pude resistir y deje en sus labios un leve beso, no lo hice con malicia a veces acostumbrábamos los monjes a dar algún beso así a otros frailes, más este me resulto diferente, apague el candil y fui casi corriendo a mi celda, después pase la mayor parte de la noche rezando.

 Poco antes de la hora del alimento mientras yo accedía al pasillo que conducía al comedor un grupo de oblatos nerviosos esperaban arremolinados frente a la puerta del Abad, este salió consternado recriminando a uno de los novicios.

- Sea esta  la ultima vez que alguno de vosotros realiza estas ofensas contra uno de nuestros hermanos, y menos sin presentar pruebas fehacientes que existiera lo cual dudo, y ahora podéis iros, vuestro compañero oblato pasará el día orando para redimir su culpa.

 Extrañado por las acusaciones oídas decidí visitar el cuarto de lecturas de los novicios y allí gracias a mis dotes de conversación me hice amigo de ellos, no les pregunté nada en ese momento lo deje para después de la comida, así con los estómagos llenos me sería mas fácil realizar la inquisición.

-Hermano Melquíades, ¿es cierto que habéis realizado tareas de inquisidor?
-No me siento orgulloso de ello pero siempre las hice con la primera regla que en esta vida me he obligado a tomar, “la verdad por encima de todo”.
- ¿Visteis morir a algún hombre en la hoguera?
-Desgraciadamente sí, mas de uno y pienso que muchos eran inocentes, otro en cambio pudieran ser culpables pero la pena de la hoguera me parece excesiva, claro que yo acato al tribunal y debo mi lealtad al Papa.

 Después de innumerables preguntas de los novicios me llego la hora de hacer las mías y con sumo cuidado comencé el interrogatorio pero en forma de juego.

- Jovenzuelos ¿por que habéis engañado a vuestro compañero para que mienta en algo tan vergonzoso?
- Hermano, contesto un muchacho pelirrojo, no le hemos engañado pues estos hechos no solo le han ocurrido a él, también a muchos de nosotros.
- Si pero reconoceréis que este asunto parece increíble sobre todo por que ninguno le habéis visto la cara al acusado de Estuprum.

Todos se miraron en ese momento,
”Estuprum”
- ¿Que significa Hermano Melquíades?

Les explique que era el abuso sexual forzado a cualquier menor de edad.
Uno de ellos entre dientes comentó o casi se le escapo,
- yo si que le visto, bueno la cara no, siempre nos acosa por la espalda pero al irse de la celda note que hacia un gesto raro con la pierna y al mirársela vi que tenia como manchas de sangre.

Puesto que se hacia la hora del rezo di por terminada la charla y después del rezo fui a visitar al oblato castigado para seguir investigando.


Después de algunas preguntas una teoría fue forjándose en mi cabeza, varios datos ofrecidos por los novicios me tenían consternado y fui a hablar con el Abad.


-Que le acontece hermano Melquíades.


-Una duda me acecha Reverendísimo Padre, me ha parecido que uno de los hermanos hace penitencia con cilicio, yo pensaba que en nuestra orden se había prohibido.


-¿Cilicio?, aquí imposible, me habría dado cuenta y no lo habría consentido, quizá hayáis equivocado vuestra apreciación, tal vez un hermano con cojera leve os haya engañado en vuestra conclusión.


-Pudiera ser reverendo Padre pero no conozco a ningún tullido en este cenobio.


-Pues lo hay, nada menos que nuestro hermano el herrero, creo que le ocurrió hace muchos años cuando un caballo le coceó mientras le limaba los cascos.


Asentí con la cabeza y me retiré, ahora ya sabía quien era el hermano que vi salir corriendo de la celda del joven pálido. ¡¡¡Pudiera ser que los oblatos no estuvieran mintiendo!!!.

…….
Pasaron los meses, mis compañeros de viaje y yo nos reunimos en uno de los corredores para despedirnos, uno de nosotros retornaba a nuestro monasterio en el Loira, Celdo el cillerero aquejado de una larga enfermedad en los bronquios había recaído y su salud empeoraba rápidamente lo que le hacia presta su vuelta a su cenobio pues el clima de aquí hacia mella en su tos sangrante y el esperar podría dejarlo sin fuerzas para el retorno.

   Mientras nos encaminábamos hacia la cripta recientemente abierta para visitarla, al echar la vista atrás vi como el padre Celdo aceleraba sus pasos  y desaparecía al final del camino, quizá yo nunca desandara el camino hasta aquí, tal-vez la vuelta a mi celda ya no fuera posible, mi tarea finalizaría en estas tierras lejanas por mandato del superior de mi orden pero mi corazón en ese momento acompañaba al cillerero para volver a mi tierra.


   La oscuridad de la entrada a la cripta devolvió mi mente al presente, un arco de medio punto recubierto de retos óseos albergaba el portón de robusta madera negra y mohína he incluso en ciertas  zonas carcomida pero  aun así imponente en su presencia.


  El hermano farmacéutico del monasterio se afanaba en girar la herrumbrosa llave, tarea que aun con su gran envergadura le era costosa pues la cerradura grande y oxidada parecía querer impedirlo, después de algunos crujidos la puerta se abrió y un olor rancio invadió el aire, algunas ratas corrieron desperdigadas al oírnos entrar y un momento después al alumbrar con varios candiles de aceite un espectáculo se descubrió a nuestros ojos.


Tallas en maderas nobles coronaban algunas de las lapidas y en otras refinadas esculturas dejaban el recuerdo de los difuntos allí enterrados, a la izquierda en el fondo un pequeño altar y a la derecha unos barriles de gran tamaño descansaban olvidados.


  Tanto el suelo como las paredes y el techo no parecían ser de piedra posiblemente fuera un mortero bien trabajado de cal y tierra entre el silencio un sonido a agua corriendo anunciaba que cerca de allí algún canal de agua o riachuelo atravesaba la estancia, después de algunas plegarias y rezos volvimos a nuestras celdas a esperar la hora del alimento.


  Después de comer en los pasillos se hacia la calma y como me gustaba pasear un rato me dirigí hacia la farmacia pero casi al llegar vi al hermano farmacéutico salir presurosamente hacia la parte trasera, puesto que la puerta estaba abierta entré para buscar por mi cuenta alguna hierba estomacal , rebuscando entre los anaqueles al agacharme para ver unos manojos de tomillo distinguí unas gotas como de sangre junto a uno de los apoyos de una mesa, pensé en algún tipo de colorante pero si pasar el dedo por encima de una de las manchas noté como una rendija en el suelo de madera, me dio la impresión de que no era una grieta de humedad pero un sonido a mi espalda me hizo incorporarme.


-Hermano Melquíades, ¿que hacéis aquí? Sabéis que no esta permitido.


  Descubrí un nervioso comportamiento en el hermano Antonio, pero ya intuía que tantos años con las despensas llenas de multitud de remedios y pócimas habían dejado un escondido pecado en la salud del farmacéutico, posiblemente el jugo de amapola durante años empleado por hechiceras o las setas visionarias incluso la mezcla de ambas, escondí el manojo de hierbas tras mi ropa y asintiendo salí casi sin mirarle a los ojos.


  Esa noche como de costumbre el insomnio me mantuvo la mente entretenida y el cuerpo cansado y a primera hora encomendé al joven Ramco una tarea de investigación mientras yo iba a reunirme con el abad.


   Sabia yo que a esas tempranas horas el hermano Antonio salía a recoger sus hierbas y bayas y aleccione al joven novicio para que le comunicara mis sinceras excusas y que me perdonara por la intromisión del día anterior por lo que le enviaba a él para que ayudara en la limpieza de la estancia que parecía algo sucia, el hermano Antonio se sintió halagado y dejo solo allí al muchacho, entonces a solas pudo escudriñar toda la estancia mientras aseaba los sucios rincones.


Unos golpes de nudillos resonaron en la puerta, Ramco al abrir se sintió casi atropellado por los padres Melquíades y Mauricio, asustado les pregunto:

-       ¿He hecho algo malo?
-       Mauricio negó con la cabeza
Os he reunido aquí para advertiros de algo importante, en este monasterio están ocurriendo hechos obscenos, abusos intolerables “estuprum”.

   Las miradas de mis dos compañeros se entrecruzaron y el novicio me agobió  a preguntas sobre el hecho de los abusos, al rato Mauricio lo hizo callar y me reveló que algunas tardes ya oscurecido le había parecido oír voces quedas en la estancia del joven oblato que me obsesionaba, como si alguien lo visitase a escondidas.

Tras ajustar mis ideas les expuse una teoría forjada en mi mente a base de datos sueltos obtenidos esos meses hablando con los novicios y los hermanos del monasterio y también de averiguaciones hechas por mi mismo.

-Como habréis observado el recinto del monasterio no está muy protegido, cualquier parroquiano avezado podría acceder a él sin mucho problema tanto para visitar a alguien como para hurtar algo de comida pues son tiempos difíciles, ayer al visitar la cripta observé que en el techo sobre la zona del pequeño altar las telarañas parecían haber desaparecido. 
No obstante mi intuición se hizo mas verídica después de la visita de Ramco a la estancia situada justo encima del altar, allí descubrió un portón en el suelo que comunica directamente con esta cripta y por ende ya que la entrada a la farmacia está prohibida el único que puede tener acceso a esta entrada en el hermano Antonio.

  Aquí no acaba la intriga pues pienso que no es el farmacéutico el que hace visitas a el joven oblato de carnes pálidas pero si que ayuda a alguien a visitarle.

He improvisado una argucia para averiguar los dos hechos que enturbian la relajada vida en el monasterio, solo me falta comentarlo con el abad y pedirle permiso.
Los abusos a los oblatos acostumbran  a ser días  del final de semana viernes o sábados así que preparamos para el fin de semana una vigilia de observación entre los tres.

   El viernes la noche estuvo muy tranquila pero el sábado día de mucho trajín y cansancio la mayoría reposaba pronto el cuerpo en los catres de sus respectivas  celdas, cercana la madrugada Ramco sintió pasos en el corredor y a escondidas fue a avisar al hermano Mauricio, justo en el momento que una figura ataviada como un monje entraba en la celda de Margado, el joven oblato que me intrigaba, momentos mas tarde los tres acorralábamos al extraño visitante dentro de la celda.

Pronto nos dimos cuenta que el novicio no paraba de llorar cogido de la mano del visitante, después de mis inquisidoras preguntas el tenso ambiente se relajó al tener respuesta muchas de nuestras preguntas.

Al parecer el joven Margado que había engordado bastante en los últimos dos meses, era el hijo del visitante que con mucho esfuerzo había conseguido que aceptaran al oblato en el cenobio y no por asunto religioso si no por el peligro de muerte que acechaba al muchacho pues en la aldea lo habían acusado de brujería y es que “o cielos”     Margado no era un muchacho era Margarita hija del herrero de la aldea.
El asombro se apoderó de nosotros y estuvimos largo rato en silencio solo enturbiado levemente por los lloros de la joven.

La muchacha de unos 16 años de edad últimamente sufría de vómitos y su estado de salud aunque no malo no era el mejor, por esa razón las visitas de su padre habían aumentado, a instancias mías Mauricio realizó un examen físico a la joven y mientras charlábamos sobre los problemas en la aldea un resoplido del farmacéutico nos hizo girar la cabeza, haciéndome un gesto me acompaño a un rincón de la celda y me deslizo unas palabras al oído.

-La muchacha alcanza estado de buena esperanza, por lo menos de 6 meses.

Amaneciendo nos despedimos del herrero y fuimos a nuestras celdas, el día siguiente seria atareado y complicado, las escasas dos horas que faltaban para acudir a oración las pasé despierto y atormentándome, pero durante lapsos también preguntándome como no me había percatado de la condición sexual del novicio. 
Claro que las varias veces que lo había visto desnudo siempre fue de espaldas y mi pudor no me dejó fijarme detenidamente en su cuerpo, ahora comprendía la atracción que me ocasionaba , quizá el subconsciente me indicaba lo que la vista me negaba.

 Cuando después de un leve desayuno acudimos a visitar al hermano Antonio, no fuimos capaces de encontrarlo , el portón del suelo permanecía abierto y varios sacos de comida de las cocinas ,cereales y carnes ahumadas también habían desaparecido, posiblemente por la noche nos habría escuchado y asustado por mi antiguo trabajo de inquisidor había preferido huir del monasterio. 

Sobre una mesa un cilicio ensangrentado reposaba abandonado, prueba irrefutable de que el farmacéutico era el acosador de oblatos y por ello se infligía penitencia hiriéndose en una pierna.


Las jornadas siguientes fueron trágicas, el huido hermano Antonio puso en conocimiento de los aldeanos la  presencia de la joven margarita en el monasterio, la hambruna propiciaba el culpar de todos los males a las brujas y a la iglesia y portando teas encendidas una noche asaltaron el recinto y le prendieron fuego. 

 El hermano Antonio arrepentido del mal cometido se quiso interponer entre los aldeanos y el monasterio y la marabunta acabó con él empujado hasta una de las hogueras apaleado y arrastrado como un fardo de leña, desde el interior todos lloramos por él y mientras el fuego devoraba casi todo, el alba trajo el día.

 Escondidos en la cripta todos los moradores del convento salvamos la vida, varios hermanos trasladaron a la joven a un convento cercano de clausura y pocos días mas tarde Mauricio y Ramco partieron para Francia. 

 Yo fui enviado a la colegiata de san pedro en la localidad de Lerma hasta el día de hoy.

De la joven Margarita nunca volví a saber nada.








1 comentario:

Josefina Maestro dijo...

Ufffffffff, me has dejado con la boca abierta. Me encanta, estoy deseando que continue Manolo escribes muyyyyyy bien, ya quisiera yo.

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