jueves, 17 de noviembre de 2011

5º y último capitulo.






   La cena fue amena, se contaron retazos de su vida, rieron y degustaron algunas copas de vino, de camino a casa de la joven junto a un portal acurrucados desataron su pasión y disfrutaron de besos y caricias, ya tarde mientras se despedían el enamorado héroe notó algo raro, sintió una punzada en un costado, comenzó a oír pitidos y voces, él los sentía muy cerca, miró a Eva y la vio desvanecerse.
   En la camilla del hospital el cuerpo de un hombretón daba los últimos alientos de vida, la maquina que controlaba el pulso comenzó a pitar y todo se torno en voces y prisas, tras unas convulsiones su corazón se paró.
Una voz comentó: hora del fallecimiento <las 10.30>.

   Entre sueños dulces, Boro, acabó su mísera vida, rozo la alegría, sintió los aromas del amor, ese día fatídico mientras defendía a una muchacha de dos agresores, recibió una mortal puñalada en un costado que le hizo desangrarse, y entre delirios expiró.
   En su ultimo aliento soñó que Eva lo buscaba en la puerta de su trabajo “que guapa estaba incluso con la gran chaqueta que el le había dejado” y también sonrió cuando soñó que ella descubría el sobre con su dirección y cuando el delirio le hizo verla delante de la puerta de su casa se sintió rejuvenecer y disfrutó de la cena con ella aunque fuera solo una invención de su mente y se sintió triste cuando al mirarla el ultimo estertor desvaneció su imagen.


Dos días mas tarde en el pequeño cementerio del barrio se oficiaba el sepelio, asistió el encargado y varios compañeros del trabajo también se arremolinaron cerca del lugar del entierro algunos amigos de copas del fallecido y en primera línea la madre y a su lado la triste Eva.
   Realmente no fue un evento muy concurrido y tampoco el día acompañó, amaneció gris y lluvioso, algunas personas pasaron a dar el pésame a la madre del difunto y en poco rato la zona quedó desierta, solo una madura muchacha permaneció junto a la losa, con unas lagrimas en los ojos lentamente también se marcho.

Sobre la losa de Salvador Blas Espada quedaron dos rosas en recuerdo del amor que pudo haber sido …… y no fue.

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