viernes, 21 de octubre de 2011

Las arrugas duelen.



Déjame que te cuente preciosa ahora que tienes tiempo, yo residía en el campo en una
modesta casita  toda pintadita de cal y tenia un perrillo faldero y había un pozo y gallinas y una cabritilla, también dos gorriones que hacían vida con los demás, éramos felices mi madre mi padre mis hermanos y yo.

     Pasamos la guerra con mucho miedo y también sufrimos hambre y necesidades y de moza me enviaron a la capital a estudiar interna pues mi padre falleció y mis hermanos ya no vivían en casa, mi madre no me podía atender pues se tuvo que poner a trabajar de domestica, fueron años duros.

     Después de la adolescencia conocí a un galán que prendó mi corazón y con los años nos casamos y tuvimos varios hijos, hay preciosa no me acuerdo de sus nombres,  estoy mayor.
   -Venga, jovencitos, mover esos piececitos que ha llegado la hora de la cena.
Los auxiliares de la residencia se apresuraban a trasladar a los que iban en sillas de ruedas desde el salón al comedor.

-Abuelita, ¿Te llevo al comedor?
   -Vale preciosa pero que no se te olvide llevar también a este señor, yo mientras le guardare el sitio, no se vaya a quedar sin cenar.

 -Hay abuela que cosas tienes, ahora llevo al abuelo al comedor contigo.
La nieta suavemente traslado a la anciana por el corredor.

 -Pues si preciosa, yo tenía un buen mozo que se llamaba creo.....que cabeza, pues ahora no me acuerdo.
    -Juan, se llama Juan, abuela.
    -Yayo que te llevo con la Yaya, mete los pies en los soportes de la silla.
    -Y esa señora tan guapa con la que hablabas, ¿Quién es?
    Con lágrimas en los ojos, la nieta le volvía a repetir por cuarta o quinta vez que era su mujer, Dolores.

    Hacia muchos meses que habían dejado de conocerse, casi ni se hablaban, pero por las mañanas al despertarse los dos cada uno en su camita en la misma habitación, se esperaban a estar aseados para ir a desayunar, también iban juntos si había salida de paseo o si ponían alguna película en el salón y los dos a ultima hora se iban juntos a dormir.
     No saben sus nombres, no se recuerdan pero en su interior hay un vínculo que les ata e inconscientemente ellos no hacen nada sin ir juntos.

 Dura  es la vejez, las arrugas duelen todas, las del cuerpo y las del alma, más dura es si no te acuerdas de los seres queridos, tortuoso compañero es el Alzheimer  ansioso devorador de la memoria.

Se apaga la televisión del salón, menguan las luces y llega la hora del descanso.
    -Auxiliar, guapo, ¿Como te llamas?
    -Pedro, me llamo Pedro señora Dolores
    -Pues Pedro...Le puedes decir a ese señor que nos tenemos que ir a dormir.
    - ¿A Juan?
    - Si , a Juan......Nunca me acuerdo de su nombre.

FIN

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