martes, 25 de octubre de 2011

EL TÍO PACO





Un pedacito de algodón cruzaba el manto añil del cielo y las gaviotas agrupadas en escuadra aviadora enfilaban rumbo al litoral, arrancaba el 24 de Junio de un predecible verano tórrido.
Empezado ya el solsticio y acabados los largos días, que lentamente sin prisas ni pausas, progresivamente menguarían, hasta Diciembre.
Pronto será mi cumpleaños, pensaba el anciano marinero, antes cuando la familia aun vivía me brindaban algún presente o repartían las porciones de la tarta de turno comprada para estos días, ya no lo festejo, para qué ese alboroto innecesario, estoy solo y hace años que no me acuerdo ni de mi cumpleaños, por cierto no sé si son 77 o 78, que mas da año mas o menos y a quien le puede importar, a mi desde luego me la trae al pairo.

Amarraba la caja de aparejos bien prieta sobre la enea de la sillita preparada para la pesca al corcho, en un lado contra el respaldo el salabre y la caña también amarrados y encima de los aparejos el pozal, después lleno de agua cogida de la riba del puerto ejercería de contrapeso para que la larga caña no venciera la silla y todo el conjunto sobre un bastidor de carrito de la compra para así hacer mas fácil el transporte.
El autobús le dejaba cerca pero no le quitaba un rato de caminata, le venia bien andar ,las piernas cada vez le pesaban mas y ese paseo le activaba la circulación, al llegar a la espalda de la lonja efectuaba su rito, primero la silla a dos palmos exactos del borde del muelle, después sacar agua con el pozal y atarlo detrás bien tenso, a la derecha la caja de aparejos, a su espalda tumbado en el suelo el salabre y a su izquierda la bolsa del cebo, para acabar el trapo atado junto al tascón de la caña.
Y ahora un cigarrito para empezar la pesca.
Allí en el puerto pasó su vida, estibador de oficio y marinero de vocación.

Como todo buen pescador el tío Paco era exagerado con el tamaño de sus capturas, sibarita en la elección de los utensilios de pesca y soñador con esa gran pieza que seria la envidia de los otros pescadores, ese día el cebo decididamente seria chipirón, para las fechas que estaba los dorados, jureles, palometas y agujas entraban en grandes bancos a la hora de la retirada de las barcas pesqueras, buscaban los restos arrojados al agua, hoy seria un buen día de pesca aventuraba el anciano.
Las manos temblonas se afanaban en sujetar la carnada al anzuelo, la profundidad de la cala 4 brazas y media, el corcho grande y rojo con su pluma nueva y un plomo de 25 gramos para mantener el nivel justo de flotación, balanceó la caña y dejó suavemente entrar en el agua el sedal con todo el aparejo, apoyó el tascón en la silla y a esperar la picada.

Francisco vivía solo , no tenia familia cercana ni lejana, les había sobrevivido a todos y su existencia aunque cómoda era solitaria ,solamente una muchacha de ojos algo rasgados y tez morena le visitaba una vez a la semana, limpiaba y después de cobrar se retiraba seguramente a otros casas que adecentar ,la comida unos días la guisaba él y otros la compraba a ultima hora en la casa de comidas del barrio , muy barata ,y algunas veces se metía entre pecho y espalda un buen menú del día en el bar de unos conocidos, ¿y las cenas? hay las cenas.... la edad le obligaba a hacerlas muy frugales, comería mas pero luego lo pagaría con una mala noche.
Muchas mañanas al amanecer se acercaba a una marina cercana para reparar algún barquito de amigos, un nudo en una soga por aquí un cabo atadero de noray por allá, enseñaba a los niños los nudos ballestrinques y As de guía ,un nudo de palangre y uno de margarita y hablaba de vientos de mareas y temporales.

El corcho rojo con larga plumilla giraba sobre su eje , la morralla lo estaba mordisqueando el tío Paco era paciente esperaría a que se hundiera lo necesario, no mucho para pillar desprevenida a la presa ,en ese momento una minúscula hundida preconizó la picada, poco a poco el corcho se fue hacia el fondo y en el momento justo el abuelo tiro de la caña, el pez había mordido el anzuelo y enganchado comenzó a tirar, derecha e izquierda con mucha fuerza ,el sabia que la pesa era grande y estiró al máximo el salabre ,cuando cansó la pieza la mantuvo en el borde del agua y con la otra mano en el salabre lo pasó por debajo.

No pesaría menos de 3 kls ,una dorada brillante bien pillada del morro que acabaría en el restaurante de sus conocidos ,cambiada por unos billetes, feliz por la gran captura recogió los bártulos y volvió a casa despacio paso a paso hasta el autobús, era la ultima pesquera y se dio bien, ya no volverían sus cañas a asomarse a la riba ni los paseos hasta la lonja cargado con el carrito ni las tardes de charla con otros pescadores, y es que la vida tiene momentos para todo y ahora le tocaba cambiar su monotonía por fuerza, la edad.

Los años no perdonan y el lo sabia por lo que había demandado plaza en una residencia, ya se la concedieron una semana antes aunque se hacia el remolón pues estaba situada en el interior, en el secano como le llamaba él, muy lejos del mar que era su vida.
A partir de ese día se le pedió la pista y tres meses mas tarde llego la noticia, El tío Paco falleció casi olvidado por todos, solo y afligido, hay quien me dijo que fue el Alzheimer otros aseguran que una enfermedad de marineros pillada en algún lupanar de un puerto ya hace muchos años, en el parte insinuaban una neumonía, quien sabe, yo creo que nada de eso lo mató, fue el estar lejos del mar, al quitárselo también se le quitaron la vida.
Le conocía muy bien, le tenia mucho aprecio, hay días que andando por la orilla de la playa al mirar las barcas al fondo en el horizonte, allí donde se desvanece junto al cielo, paseando junto al mar me acuerdo de él.

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