jueves, 31 de mayo de 2012

Destino Soria

Comenzaban los años 80, los cambios en el país se notaban conforme se aceleraba la transición, recién llegado del servicio militar y con ganas de actividades nuevas se me ocurrió realizar un buen viaje, recopilé datos, horarios, rutas y todo lo necesario para organizar la hazaña, digo hazaña pues la idea consistía en pedalear a lomos de una bicicleta por algunos pueblos del país, yo que nunca había ido en bicicleta mas que a dar una vueltecita por el barrio.
Engañe a tres conocidos para que me acompañaran ese verano en la ruta y les gustó la apuesta, unas semanas mas tarde con pocos trastos y muchas ganas nos dirigíamos montados en un tren borreguero de los de antes , de esos de color verde con asientos corridos de madera, hacia la estación de Miranda de Ebro, población de la provincia de Burgos y cruce de vías muy confluido en esas fechas , las bicicletas en el vagón del correo ,las mochilas encima de las cabezas en los estantes adecuados para ello.
El recorrido se haría largo y nocturno así que por unas pesetas más convencimos al revisor para cambiar a un vagón dormitorio y así llegar mas descansados, junto con la propina una petición,
--Despiérnenos al llegar a Miranda, que somos muy dormilones.
Una vez en tierra con las mochilas atadas al transportín de las bicis el paseo por el pueblo nos llevó al otro lado del río, a una tasca para desayunar a conciencia, no fue espontáneo el recorrido, yo conocía bien la zona, tenia familia allí.
Por supuesto bollos y leche exquisita que por aquellos lares se acostumbra a tomar junto con una tacita de caldo suave, y para los osados unas tapas de oreja de cerdo frita o picadillo choricero.
Enfilamos dirección a Soria que era el lugar de destino , todo el día pedaleando subidas y bajadas puertos y cientos de curvas, calor insoportable y mis piernas que no respondían, también el culo se quejaba,”que sillín mas duro”.
De vez en cuando parada a beber agua y comer alguna fruta recolectada allí mismo en el camino y por la tarde al divisar una alberca al lado de unos manzanos un baño y degustación de manzanitas pequeñas del estilo de las asturianas, pequeñas y dulces.
A media hora escasa de Soria se nos hizo de noche y junto a un restaurante en medio del monte montamos una tienda de campaña dividida en dos, un compañero y yo el doble techo con dos ramas haciendo de mástiles y los otros dos ciclistas la tienda igualmente con dos ramas y 4 clavos al suelo, las bicis en recepción de la zona de baños y ala, a la piscina hasta la hora del cierre, luego un bocadillo y a dormir.
La mañana asomó esplendida para hacer turismo, llegamos a Soria cruzamos el río y primera cerveza junto al embarcadero de recreo asomados a un mirador viendo los chopos las barcas y los reflejos matutinos del río, qué placer, que sosiego.
Después del recorrido por la pequeña ciudad, en aquella época la mas pequeña de España, un buen menú en el centro junto a un gran parque muy alargado y arbolado y a continuar dirección a El Abejar, pueblecito que conduce a unas preciosas lagunas Negras muy en lo alto de los cerros, allí al pie de la carretera un horno artesano volvió a darnos ganilla, y cargados con bolsas de roscas y dulces magdalenas seguimos hacia arriba.
Pero la noche nos alcanzo y retornamos al cruce y en mitad de un parque en el pueblo nos dormimos al raso, calentitos por los efluvios alcohólicos de las múltiples cervezas de la cena.
De madrugada aun, llegamos a Vinuesa, una medio pueblo medio aldea con múltiples premios por su conservación de la arquitectura estilo medieval, con blasones en sus dinteles y vacas pululando por sus calles, carne rica rica, los vinos quizás no tanto.
Junto a las casas en la parte baja se ve un riachuelo y un viejo aserradero, más vacas mordisqueando por los matojos y caballos inmensos, percherones de patas alfombradas de borra, pelo que les da un aire también medieval, y cientos de helechos, tal vez miles y pica pinos y sapos y culebras, junto con los cencerros sonando toda la noche.
Sobrios y descansados con algunas reservas alimenticias y agua para la sed ,emprendimos la subida a las lagunas, varias horas de pedaleo y caminata pues las cuestas son muy pronunciadas nos llevaron al cañón que conduce a la laguna negra mas conocida, de presencia tenebrosa en días nublados por su color ,fría como el hielo bordeada por farallones y pinos solitaria a ciertas horas, zona majestuosa en sus vistas, no nos bañamos nos dio miedo, yo trepé por una pared de rocas gigantes hasta la cima pero cansado no llegue a la laguna superior y bajé con cautela para volver a Vinuesa antes de la noche.
Al siguiente día no muy temprano después del desayuno vuelta al pedaleo , bajamos por la carretera paralelos al embalse “ de la cuerda del pozo” grande y de aguas no muy frías , tiene una zona de baños con poca profundidad lo que hace que sus aguas estén en sus orillas calentitas, se atraviesa por la carretera por un gran puente estrecho pero bonito y después de un buen rato acabamos en un otero ,fuimos a las ruinas de Numancia, vaya desilusión, después de pagar, la visita se componía de unas piedras marcando el perímetro de lo que en tiempos fueron casas , y alguno utensilios y antigüedades, vamos un timo, me figuro que hoy en día estará mejor,,,,o no.
Después de comer la carretera se aceleraba descendiendo buscando tierras mas bajas , una curva y ,,,plafffff, pinchazo de un compañero, le alcanzo y paro para arreglárselo, era un negado para la mecánica, hinchada de ruedas , arranca y se va ,yo salgo y a los 10 metros pincho también, reparo las dos ruedas y voy en persecución de los demás , confiando que hubieran parado más adelante a esperarme,, “ no los volví a ver “ ¡ menos mal que eran amigos , ¿si llegan a ser enemigos?.
La oscuridad de la noche me acechaba y sin población a la vista pare junto a unas casonas frente a una luz de una especie de lugar de ocio, por la mañana descubrí que la luz era el cartel del puticlub de un pueblecito llamado Lubia situado algo mas adelante, negocié con un cabrero y su esposa y conseguí dormir en su corral ,malamente pues el dolor de las piernas sumamente hinchadas del esfuerzo casi no me dejó descansar, y al alba ,al alba, como dice la canción seguí el pedaleo, no recuerdo cuanto tarde pero llegue exhausto y sediento a un cartel que marcaba ,Medinaceli 3 Kl.
A mi derecha un cerro altísimo y asomado a el, el pueblo, una larga carretera bordeaba el otero , yo sin agua decidí subir pero fue andando , ya no tenia animo, casi arriba descubrí que el pueblo nuevo está detrás del monte pero desde abajo y con lo cansado que estaba no me di cuenta, ya arriba se me presento una vista magistral, precioso pueblo antiguo con soportales y plazas magnificas tranquilo incluso con todo el turismo que deambula por allí y unas rosquillas ricas ricas que venden monjitas de clausura, y un buen grupo de mesones que no pude visitar al no quedarme mucho dinero.
Miraba hacia arriba sonriendo desde esa perspectiva ,asombrado de la altura del monte donde se sitúa Medinaceli cuando se me acerco un guardia civil, fue grato conversar con el, era ciclista aficionado y al conocer mi odisea me asesoró del mejor recorrido para bajar dirección Valencia vía Teruel por un atajo, gracias a el me ahorré un día ,seguro, los pueblos se fueron sucediendo y en uno muy bonito ,no recuerdo el nombre en mitad de un parque con niños jugando cerca de sus madres monté el doble techo y a dormir, nadie me dijo nada ni me molesto, la noche fue apacible las farolas me alumbraron y la cena me la regalo casi toda el dueño de una tiendecita de alimentos de enfrente del parque, claro que me tocó contarle mi aventura, yo encima la adorné un tanto más.
Conforme bajaba la carretera dirección Teruel el precio del billete también disminuía pero cada vez me quedaba menos dinero y no me llegaba, paré en unas casas en las que parecía vendían algo, era el superette de la aldea, por un lado papelería, por otro verdulería, a la entrada la tasca y enfrente carnicería todo en menos de 80 metros cuadrados, oscuro y mugriento sitio ,a mi pregunta de donde estaba el water,,,la dueña me comenta, fuera, entra al corral, exactamente eso el corral era el escusado detrás de una pared un agujero en el suelo, lo peor , el perro ,grande y feo, no me alivié allí , no tuve valor ,el perro ladrador era casi más grande que yo y estaba suelto.
A ultima hora en una pequeña estación de una zona llana y plagada de campos de alfalfa y trigo conseguí pagar el billete de retorno a casa, menuda odisea, solo y cansado, tres días sin dinero casi y sucio como una chatarrero, tremendo viaje para recordar toda mi vida.
Espero os haya gustado.
Fin

Viajar en 600, como hemos cambiado.



Viajar en 600, como hemos cambiado.


Despuntaban los años 70, el petróleo todavía era relativamente económico, los automóviles no habían empezado a modernizarse aun y las carreteras se presentaban mejor para carros que para coches.
Rondaría yo para entonces 10 o 12 años y una mañana al levantarme mi madre antes de amanecer descubrí todo el pasillo lleno de maletas atillos y bolsas varias, nos íbamos de viaje, destino –Burgos-
Que alegría, iba a ver familiares lejanos en la distancia y cercanos en el corazón.
La alegría duró poco pues tuve que bajar al coche un montón de bártulos y ayudar a mi padre a incustrarlos dentro y fuera de él, el pequeño utilitario, un bonito seiscientos con mas de 20 años de fatigas, comprado en numerosos plazos y de segunda mano, mi padre decía que se podía forrar con las letras bancarias que había tenido que firmar.
Los ocupantes, no pocos, discutíamos el orden de situarse dentro para ir cómodos, (es un decir)
Mi padre y mi madre por supuesto delante, mi padre el chofer de la familia en su asiento y en el del ocupante mi madre que no podía ir detrás pues se mareaba mucho, tanto que siempre llevaba un cubito a los pies para los ratos peores, detrás mis dos abuelos maternos mi hermana pequeña y yo, el éxtasis de la comodidad.
La ruta decidida por mi padre salía de casa en dirección a Barcelona y a los 25 Km. nos desviaríamos por la variante de Teruel destino Soria para continuar desde allí hacia la carretera Madrid Burgos.
Ahora la mayoría de carreteras son auto-vías o por lo menos tienen anchura y pintura en los márgenes, en aquellos años lo único que tenían eran baches y socavones y los conductores muuuuchisima paciencia, por supuesto la primera parada la gasolinera, la del barrio de san José que aun sigue en funcionamiento, mientras mi padre llenaba el deposito situado delante en el maletero minúsculo ,yo me quedaba alucinado viendo las burbujas de un pequeño recipiente situado en la parte lateral superior del surtidor de cristal transparente con una bola dentro, entonces era mucho dinero llenar el deposito, hoy un paquete de tabaco es mas caro, claro que no es comprable.
Hasta llegar al desvío dirección Teruel la carretera transitaba a través de innumerables pueblecitos pegados a la costa con transito lento y rodeada de naranjos, recuerdo un cartel adosado a una casa antigua pegada la carretera en la que se leía y aun se lee, -NITRATOS DE CHILE-
Después de pasar por todos los demás pueblecitos de la variante hacia Teruel comenzaba a despejarse la carretera pero alguna hora mas tarde nos acercamos al temido Ragudo, con sus curvas y sus cuestas y las vomitonas de mi madre, paraditas esporádicas, algún tente en pie de pan con aceite pimentón y sal y la bota de vino de mi abuelo que algún chorrillo me dejaba catar.
Hoy en día es la auto-vía Mudejar y ya no tiene el encanto de entonces.
A la altura de Calatayud mas menos otro desvío para tomar dirección a Soria, hacia esas horas ya habíamos comido y la cena seria por las afueras de Soria capital, por supuesto dormimos a la intemperie en un descampado, menos mal que al ser verano la temperatura nos acompañó.
Al día siguiente después de desayunar continuamos la marcha y en cuanto despuntó el sol el 600 comenzó a calentarse y tirar vapor por las rejillas traseras, los demás conductores al adelantarnos nos hacían señas pero mi padre se reía , como buen tornero había copiado el sistema de refrigeración moderna de los coches y le había acoplado una botella de expansión al radiador , aunque no era suficiente y a los pocos Km. el coche se quedó sin agua en el radiador y con un calentón impresionante que paró el motor.
Después de una aventura corriendo delante de algún perro para coger agua de una fuente privada y de empujar entre todos el coche para des-agarrotarlo, seguimos la odisea, el coche respondía pero con poca fuerza y en algún alto no podía pasar de primera, pero en las bajadas se compensaba algo.
Por la tarde llegamos al destino, cansados sudados y agarrotados de tantas horas en el minúsculo utilitario, los familiares nos esperaban, los vecinos del lugar miraban el coche y la matricula mas los que íbamos dentro y se echaban las manos a la cabeza, fue divertido .


Que diferentes son ahora, las carreteras los coches y las personas, pero sobre todo las personas, “como hemos cambiado”

UN LIBRO MI PERRO Y YO

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