viernes, 3 de febrero de 2012

Carmencita

        ¡Hoy está tardando mucho, ya tenia que haber pasado! , son las 5 de la tarde y suele ser puntual.
Carmencita se afanaba en dar betún a sus botines y les pasaba el cepillo una y otra vez observándolos minuciosamente a contraluz para ver si todos sus lados estaban igual de lustrosos,  de vez en cuando giraba la vista y escudriñaba la calle desde la ventana, pero esa tarde el muchacho parecía que no iba a pasar.

Junto al alfeizar de la pequeña ventana, sentada  seguía oteando una y otra vez por si acaso el joven fuera a pasar aunque fuera ya muy tarde, en uno de los vistazos lo distinguió por su pesado caminar, allá a lo lejos un chaval apoyándose en sus dos muletas recorría la calle lentamente, sus piernas enfundadas con varillas y cuero se balanceaban de atrás hacia adelante y poco a poco fue acercándose a la ventana, llevaba la mirada baja como intentando no mirar a las gentes que a su lado pasaban pero se le notaba mucho el disimulo pues al cruzar justo por debajo de casa de Carmencita hizo un giró rápido de la cara y al verla esbozó una sonrisa.
Carmencita apenas se podía asomar y lo vio girar la esquina allá al fondo de la calle.
      
        ¡Mama , Mama!  Me voy  al parque…

Su madre desde la cocina asintió y la vio salir por el  pasillo girando las ruedas de su silla, después desde la misma ventana por la que miraba su hija la siguió con la vista hasta que giro la esquina que daba al parque, desde hacia unas semanas notaba que a su hija la inundaba una inquietud y una alegría que desde la enfermedad no se le veía.
   
        Empujando las ruedas de su silla, con sus delgaditas piernas muy juntitas y calzada con sus resplandecientes botines, se encaminaba al parque, hacia dos horas que se había arreglado con su suéter preferido su faldita corta y los leotardos que estaban tan de moda, se dirigió directamente hacia el rincón mas apartado del parque, derechito a el banquito donde el muchacho de las piernas con alambres permanecía sentado y despacito como haciendo tiempo se situó junto a él.
  
        Casi un mes había pasado ya desde la primera vez que se vieron y aun no se habían dirigido la palabra, pero todas las tardes casi a la misma hora como si tuvieran un acuerdo tácito acudían los dos, el con sus muletas y ella con su silla, se miraban y sonreían y dejaban pasar la hora y media que tenían para estar en el parque.
  
      Hoy seria el día en el que Carmencito se atrevería a preguntarle algo, y por supuesto toda decidida nada más llegar le obsequio con una pregunta,

-¿Como te llamas?
-Carlos, contesto el muchacho poniéndose muy colorado, Carlos Seguí.- ¿y tu?
- yo me llamo Mari  Carmen, pero todo el mundo me dice Carmencita, como soy tan menuda.

    Esa tarde no se dijeron nada más no obstante no les hacia falta, algún vinculo les mantenía conectados aun estando en silencio, sonriendo todo el tiempo paso la hora y pico para volver a casa, ese día él la acompañó y con un beso en la mejilla la dejó en casa.
  
    Unos meses antes en un hospital dos pacientes muy jóvenes se debatían entre la vida y la muerte y por suerte algo recuperados mientras los paseaban por los jardines del edificio se conocieron.
 
Eran tiempos difíciles “La Polio” hizo estragos entre la población joven.
   Al día siguiente hacia las 5 de la tarde y mientras Carmencita lustraba sus botines un joven con alambres en las piernas llamaba al timbre…..
Soy Carlos,    ¿Está Carmencita?


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