La luz de una farola refleja la sombra de una silueta que bambolea de un lado a otro con pesado caminar, su dueño un corpulento y maduro deportista venido a menos aspira de una torcida colilla de tabaco liado a mano , está cansado de su tarea ,los años han dejado una huella en forma de reuma en su esqueleto.
Se levanta el
cuello de su gabardina oscura y raída, el frió comienza ha llegar a la vieja
ciudad, sabe que tiene enemigos pero no le importa, se considera una especie de
súper-héroe como los de los comics, luchando siempre por limpiar la inmundicia
de las calles, unos pasos le alertan, entre las sombras ve acercarse un grupo
de enturbiadores, sabe que complicaran su misión en las calles pero hoy no tiene
ganas de bronca, se acurruca en un portal y los deja pasar.
Grandes ratas
se pasean por el fondo del callejón y conforme se acerca el tufillo se apodera
del ambiente, una pasa cerca de el y sale despedida por los aires de una
patada, la da con rabia pues no se ha quedado a gusto con los despiadados de
antes al dejarlos campar a sus anchas.
Sus 90 kilos
de peso no le facilitan ya su trabajo, hace años su corpulenta esbeltez jugaba
a su favor, al ser algo pendenciero, Boro como buen héroe vengador había
participado en muchas peleas de las que guarda cicatrices de navajazos y callos
en los huesos rotos, unas veces defendiendo a alguna putilla de su chulo, otras
librando a algún vecino del drogado atracador nocturno.
El deambular
nocturno mucho alcohol y alguna que otra paliza han afectado a su mente, en su delirio
ve sombras que le hostigan, le acechan, le observan, siente presencias que le
inquieren, sonidos inquietantes, susurros agónicos, tal vez los forma su mente,
quizás el sabe en lo más profundo de su subconsciente que son alucinaciones,
apura la colilla y prosigue por otra calle también oscura y mugrienta.
Ciudad vieja, ciudad
oscura y siniestra con sus rincones llenos de intrigas, de amor, de conflictos,
con heridas profundas en sus gentes, lugar que guarda en los intersticios de su
submundo penas y alegrías y en sus grietas sonrisas y lloros, hedor de vicio en
las alcantarillas de los burdeles y aromas de felicidad en algunas alcobas, y
allí en medio pateando sus avenidas aceras y callejones la vieja gloria, el
súper héroe caduco , sigue su cansino deambular abrazado a sus paranoias a sus
colillas y a su mísera vida.
Esta zona es
la Disneylandia nocturna de los mangis, el paraíso de los alcohólicos, la
Holanda de los drogadictos, ahora se oye sonido de sirenas, carreras y
pisotones, una redada entre la calle alta y la baja, policías de paisano
aglutinando las gentes de los lupanares, drogas arrojadas a los imbornales,
gritos, sobornos y alguna paliza, y al rato otra vez el silencio las sombras y
la soledad.
Solo quince
minutos le restan para concluir y volver a casa ,hoy ha sido una noche
relativamente tranquila, sin broncas sin peleas, aunque al fondo de su ultima
calle los desaprensivos husmean en los contenedores , desparraman bolsas de
desperdicios por doquier buscando basurillas que vender en los rastrillos
ilegales de los barrios profundos, Boro coge sus armas y se encamina hacia
ellos empujando el oxidado carrito, cuando llega ya se han ido y el saca la
escoba y el recogedor y adecenta el contorno, luego llegada la hora acaba y se
va a casa.
Piensa en la
jubilación, como funcionario de la recogida de residuos su paga no será alta
pero si digna, el amanecer le persigue y mientras, fumando otra colilla
desaparece tras girar la esquina del mugriento callejón en la vieja ciudad.
Hoy he tomado
un turno diferente, necesito urgentemente verla, ella es mi mejor medicina pues
cuando la observo las sombras de mi cerebro se amansan y mi desmedida
agresividad duerme el sueño de los soldados que aunque agitado intentando estar
de vigilia me deja descansar y dulcifica algo mi agrio carácter.
Son las 8.30
de la mañana de un Lunes, un día normal con su acostumbrado bullicio de gentes
ojerosas que se apresuran por subir a autobuses y taxis, con
personas solitarias que pasean portando el periódico bajo el brazo, con madres
y padres que acercan a sus vástagos a las escuelas y por supuesto con sus humos
ruidos y tensiones, decididamente como intuí antes, un día normal.
Una mujer
madura aunque no tanto corretea con pasos cortitos para cruzar la calle,
mientras se sujeta con una mano el gorrito de lana estilo parisino, la falda
estrecha y corta hasta media rodilla no le deja ir mas deprisa ayudada de los
zapatos mas bien botines imitación a unos Manolos que con su largo tacón
ofrecen un hándicap a su acelerado trote.
Peina una
melena que cubre sus hombros varios centímetros y la rodea una bufanda que mas
bien podría decirse que es un foulard estilo Hermés que caído por detrás uno de
sus extremos dan a la esbelta figura de la mujer un aire juvenil, también cae
un trocito del pañuelo por delante y descansa entre sus pechos que bien
contorneados por el suéter de punto muy apretado, aun mejoran más su madura
belleza, pero la escala de grises de todo el conjunto denota la tristeza de su
dueña.
Tras una
marquesina de una parada de autobús una figura la acecha, la persigue con la
mirada y sigue sus pasos, Eva divisa al fondo del callejón la entrada trasera
del centro comercial donde trabaja y mira la hora por si llega tarde y al
levantar la vista un escalofrío la recorre, dos muchachos de cabeza muy rapada
y cazadoras Bomber le impiden el paso, asustada por la corpulencia de los
merodeadores ladea su caminar pero se ve acorralada entre ellos y la pared,
sitúa las palmas de sus manos contra los ladrillos deslucidos del muro y cierra
los ojos mientras uno de ellos la coge con una mano por un lateral de su cara,
el otro rapado juega con una navaja y le da vueltas sonriendo exageradamente,
los dos atracadores parecen disfrutar del momento y absortos en su abuso no ven
llegar una figura oscura por detrás.
-¿Que pasa aquí?
Girándose los pelaos al
ver al maduro hombretón se sonríen y uno de ellos comenta
-”Mira mataremos dos
pájaros de un tiro”
Boro les vuelve a
preguntar, ¿tenéis algún problema chavales? , no me gustaría tener que haceros
daño.
-“Tu y cuantos más Abuelo”
comenta el más atrevido mientras intenta pegar un empujón a la cabeza de Boro.
Eva intenta
gritar pero no sale casi sonido de su garganta y en ese mismo momento una mano
abierta grande pesada y callosa impacta contra la cara del mas cercano a ella y
al otro joven un puñetazo en el estomago lo deja sin aire tirado en el suelo,
el primer joven intenta lanzar un puñetazo al costado del abuelo pero otra vez
una gran mano sostiene el puñetazo fallido y agarrando el brazo con una fuerte
sacudida se lo parte y deja al gamberro tirado también en el suelo.
Eva siente
que se desmaya y antes de desmoronarse es recogida por Boro, unos minutos
después en el centro comercial la despierta un compañero y acosada a preguntas
se levanta y se esconde en uno de los aseos, nota un olor peculiar y se percata
de que lleva una amplia chaqueta de hombre por encima de los hombros, recuerda
entonces la odisea pasada hace algunos minutos y sale para agradecer a su
defensor más después de muchas preguntas no encuentra rastro de él.
Es Martes, comienza la
jornada y el maduro héroe camina ligero empujando su carrito, una sonrisa
amplia inunda su cara, tiene esperanza, intuye la llegada de un nuevo tiempo en
su vida,
un nombre retumba en su
mente “Eva” ” Eva”, coge su escoba y el recogedor y mientras apura una colilla
enfila un callejón de la vieja ciudad.
La habitación oscura y
lúgubre acorde con el tufo a cerrado y escasez de limpieza, alberga los restos
de lo que en algún tiempo fueron muebles, la cama coja y destartalada incita
casi a salir corriendo y las telarañas de los rincones del techo tampoco ayudan
mucho, un espanto de hombre permanece sentado al borde del catre estira los
brazos mientras bosteza y enciende un cigarrillo medio usado antes de empezar
el día.
Ojeras negras bajo los
ojos, los labios pegados con restos de baba, la barba de 3 días y
coronando su cabeza unas greñas despeinadas arremolinadas alrededor del redondo
y pelado cogote.
Hace de percha su huesudo cuerpo para un vetusto pijama de dos piezas, la
superior roída y ajada en cuello y puños desentona con alevosía con los
pantalones de franela, gastados en la entrepierna y descoloridos a rodales por
un error al lavarlos con lejía.
Sus pies calzan unas
pantuflas de mercadillo rotas con algún dedo asomado en la parte delantera, de
complemento un pañuelo mohoso arrugado y tieso se descuelga de un bolsillo
rasgado del pantalón.
4 días tumbado en la cama con descansos para evacuar alguna meadilla o algo más
consistente y algún rato para picar restos de comida aburridos en el
refrigerador, los mocos colgando de su nariz confirman el tremendo resfriado y
los escalofríos avisan de la fiebre que ya desde el primer día le aturdía
cuerpo y mente.
Mirándose en el espejo del
aseo mientras frota una mano por su barba y estira del bajo del calzoncillo con
la otra para sacarlo de los mofletes del culo se encuentra Blas, cuarentón,
soltero y solitario, abusador del tabaco, cervecero profundo, y guarrillo
convencido cosa que revelaba la casa al mirar en cualquier dirección,
¿Algo bueno? ………Si,
estudioso aventajado por su impresionante memoria y lógica, pero ya cansado de
tantos años de estudios.
No tengo ganas de ir al
instituto, ninguna gana, ese era el comentario todo el rato en su cabeza.
Un mensaje de su madre a través del teléfono le recordaba que era época de
exámenes así que armándose de valor decidió acudir al instituto.
Mientras estiraba de un
suéter de debajo de un montón de ropa sucia con los pies retiraba restos de una
pizza revenida semi-envuelta en papel de aluminio ,comprobó junto a otras
piezas de ropa que estaba en mejores condiciones y se lo puso, a su vez eligió
un pantalón renegrido de roña y planchado por la presión del colchón de su cama
y también se lo vistió, encontrar calcetines parejos fue tarea mas ardua y
después de insistir se calzo uno de cada, para acabar se calzo
también los mocasines marrones igualmente de mercadillo .
Al bajar del autobús se dirigió al horno del mercado municipal y se
aprovisionó de rosquilletas y una botellita de agua y se apresuro para no hacer
tarde.
La sirena del instituto avisaba del comienzo de
la jornada escolar ,la gente corría al interior de
las clases y él con varias zancadas
rápidas se plantó delante de la puerta
del aula, cogió aire y accedió al interior ,se hizo un gran
silencio todos le miraron y casi
al unísono se escucho
una frase:
-¡Buenos días profesor
Blas.!
El edificio ruinoso y
sucio desentona con las construcciones de su alrededor, de hecho los pocos
vecinos que quedan, ya recibieron hace tiempo la orden de desahucio, en el
zaguán solo quedan 3 buzones, dos sin nombre solo el numero y el tercero
escrito con rotulador sobre cinta adhesiva se puede leer < SALVADOR BLAS
ESPADA>.
Desde hace
más de 30 años vive allí, ahora mientras sube las desgastadas escaleras, Boro
recuerda el día que comenzó su derrumbe físico y moral.
Entre los
alumnos, en medio del aula le esperaba también el director del instituto el
cual cogiendo por encima del hombro al desaliñado profesor, y pidiendo
disculpas a los alumnos se lo llevo aparte para darle una mala noticia.
Blas sabía ya
desde algún tiempo que este día llegaría, la falta de asistencia a las clases
de gimnasia que él impartía, las quejas de otros profesores y de algunos padres
de alumnos más la desastrosa presencia física que últimamente presentaba,
hacían presagiar un despido inminente.
El director ,
amigo de él, ya le había advertido en varias ocasiones, desde hacia 6 meses
llevaba toreando a la junta del instituto pero la ultima reunión sentenció la
decisión, todos los asistentes tuvieron en cuenta las causas del abandono que
presentaba Blas, todos sabían que desde la fatal muerte a manos de un atracador
de la mujer del profesor Blas , su conducta presentaba algunos problemas pero
él nunca asistió al psicólogo que le recomendaron ni hizo caso de las
recomendaciones de amigos y compañeros, simplemente se derrumbó y decidió
mortificarse hasta acabar siendo un despojo de persona.
Blas dentro
de su cabeza solo tenia la fija idea de que todo pasó por su culpa,
empeñado en ayudar a los menos dotados para el deporte , se quedaba hasta
muy tarde preparando tablas de gimnasia o consolando a algún alumno preocupado
por el ultimo suspenso, en ese día fatídico, llego tarde para recoger a su
mujer a la salida del trabajo y ella viendo la tardanza decidió coger el
autobús, mala suerte pues se topo con un “pirao” que le desvencijo tres
navajazos de muerte solo para llevarse la poca bisutería que llevaba encima.
Desde
entonces la vida del profesor se tornó en un cúmulo de despropósitos, alcohol,
peleas callejeras suciedad y abatimiento hasta que un día después de permanecer
ingresado en un hospital por delírium tremens y ayudado por su madre se decidió
a encaminar algo su mísera existencia y comenzó una cura de desintoxicación y
algunos meses más tarde volvió al mundo laboral como empleado en la recogida de
basuras.
Semanas más
tarde en otra parte de la ciudad, Eva recuperada ya del susto sufrido en el
atraco, leía y releía un sobre con el nombre y la dirección de la persona que
la había rescatado de los pelaos, o al menos eso creía ella pues el sobre
estaba en uno de los bolsillos de la chaqueta que le había dejado, pensaba en él
día y noche, no consiguió fijarse bien pero en su mente permanecía la figura de
un hombretón de rasgos duros aunque a ella le pareció más bien un ser dulce y
atormentado.
Un fin de
semana se decidió y pidió un taxi para que la llevara a esa dirección, en medio
de un barrio bastante nuevo un edificio viejo tenía el número del portal que
ella buscaba, intrigada subió las escaleras y llamo a la puerta.
Momentos más
tarde Boro asomaba despeinado y con la cara hinchada por las muchas horas
tumbado en la cama, al fijarse en Eva se quedó inmóvil y tartamudeando la
invito a pasar a lo que ella sin decir palabra asintió.
Una vez
sentados uno frente a otro a los lados de una pequeña mesa de comedor,
permanecieron unos minutos mirándose sin decir nada, Eva nerviosa exclamó:
-Perdone pero no me
decidía a venir, solo quiero darle las gracias y devolverle la chaqueta.
-Por favor tutéame,
llámame Boro así me conocen mis amigos.
-Te puedo hacer una
pregunta….. Das la impresión de ser más mayor de lo que en realidad eres,
¿tengo razón?
El maduro
héroe luchaba por mantenerse sereno, alguna lagrima se empeñaba en brotar por
sus ojos” Dios mío, como me recuerda a mi mujer, pensaba”
Restregándose una uno
de sus ojos con la mano le contestó.- voy ha
cumplir La cena fue amena, se contaron retazos de su vida,
rieron y degustaron algunas copas de vino, de camino a casa de la joven junto a
un portal acurrucados desataron su pasión y disfrutaron de besos y caricias, ya
tarde mientras se despedían el enamorado héroe notó algo raro, sintió una
punzada en un costado, comenzó a oír pitidos y voces, él los sentía muy cerca,
miró a Eva y la vio desvanecerse.
En la camilla
del hospital el cuerpo de un hombretón daba los últimos alientos de vida, la
maquina que controlaba el pulso comenzó a pitar y todo se torno en voces y
prisas, tras unas convulsiones su corazón se paró.
Una voz comentó: hora del
fallecimiento <las 10.30>.
Entre sueños
dulces, Boro, acabó su mísera vida, rozo la alegría, sintió los aromas del
amor, ese día fatídico mientras defendía a una muchacha de dos agresores,
recibió una mortal puñalada en un costado que le hizo desangrarse, y entre delirios
expiró.
En su ultimo
aliento soñó que Eva lo buscaba en la puerta de su trabajo “que guapa estaba
incluso con la gran chaqueta que el le había dejado” y también sonrió cuando
soñó que ella descubría el sobre con su dirección y cuando el delirio le hizo
verla delante de la puerta de su casa se sintió rejuvenecer y disfrutó de la
cena con ella aunque fuera solo una invención de su mente y se sintió triste
cuando al mirarla el ultimo estertor desvaneció su imagen.
Dos días mas tarde en el
pequeño cementerio del barrio se oficiaba el sepelio, asistió el encargado y
varios compañeros del trabajo también se arremolinaron cerca del lugar del
entierro algunos amigos de copas del fallecido y en primera línea la madre y a su
lado la triste Eva.
Realmente no
fue un evento muy concurrido y tampoco el día acompañó, amaneció gris y
lluvioso, algunas personas pasaron a dar el pésame a la madre del difunto y en
poco rato la zona quedó desierta, solo una madura muchacha permaneció junto a
la losa, con unas lagrimas en los ojos lentamente también se marcho.
Sobre la losa de Salvador
Blas Espada quedaron dos rosas en recuerdo del amor que pudo haber sido …… y no
fue.
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