Arrancan ya los días fríos, el crepúsculo es cada vez mas temprano y mis cuartos traseros renquean achacosos unas veces por la edad y otras por un antiguo accidente, todo ello unido me adormece sentado en mi caduco sillón, y con mi trasero encastrado en la deformada espuma, imito al Homer Simpson .
Pondero entre retomar la lectura de alguno de los cinco o seis libros que un día inicié o arrancar el ordenador portátil y escudriñar rincones escondidos de Google.
Ojeo la librería que amaga una puerta oculta de armario, Stendhal o Nietzsche, Cela o Delibes sonrío para mí y retorno el Principito a su balda, ya releído varias veces no es opción.
Cambio de idea, no me decido pero al girarme queda a mi alcance la caja de una de mis últimas pastillas recetadas por algún galeno y sin prisas despliego el prospecto y descubro que hay lectura para rato.
Espacio temporal de lectura insulsa y monótona, me aburro y no llego al final, no se que será peor la enfermedad o las contra-indicaciones, lo dejo y busco otro libro, al final me decido por “The Great Gatsby” una edición de bolsillo, también lo tengo a medias y es que mi Inglés aun no es muy amplio, pero bueno, con el traductor del smartphone a mano, las palabras no aprendidas se hacen comprensibles.
No han pasado diez minutos y mi dependencia nicotínica me llama, enciendo, respiro hondo del pitillo y toso repetidas veces, pienso por millonésima vez en dejarlo, a mitad de colilla lo apago y retomo la lectura, al segundo renglón lo acompaña la melodía del teléfono fijo.
Lo cojo y tras unos segundos de silencio una voz con acento de allende los mares del sur americano me recomienda una retahíla de mejoras y variaciones, megas y TV, visión a la carta o fútbol de regalo, cortésmente lo mando al pairo por no decir otros lugares mas escatológicos y dándole las gracias le cuelgo.
Un par de hojas mas adelante ya convencido de llegar al 5º capitulo mi terrier decide utilizarme como escalera para llegar al respaldo del sillón, culo de mal asiento sube y baja varias veces, le reprimo pero me mira con ojitos de bueno, quiere jugar, solo un poco que ya es mayor, cierro el libro y nos divertimos un rato, compañía leal y grata que acaba pronto.
Él se retira al otro sofá y se acurruca, a mi me entra modorra, otra tarde sin leer, dejo las gafas de cerca en la mesita contigua y recostado me tapo con la mini manta bi-posicional, o los pies al aire o los brazos, seguro que la diseñó alguien cortito de talla, o quizá la compre en un bazar chino, quien se acuerda.
El letargo se apodera de mí y mientras cierro los ojos mi contorsionista mente mezcla imágenes absurdas e inventa situaciones extrañas, me duermo.
M.Q.